lunes, 21 de julio de 2014

La impunidad de Israel

Isidre Pallás, Punt Avui, 16/7/2014.- Lo que está pasando en Gaza, como afirma Robert Fisk, no tiene nada que ver con el criminal asesinato de tres jóvenes colonos cerca de la ciudad palestina de Al Khalil, Hebron para los judíos. Cuando los secuestraron, uno de ellos realizo una llamada con el móvil a la policía. En la grabación el joven pide auxilio, se oyen los gritos de los secuestradores y de inmediato unos disparos. Parece ser que los asesinaron justo después de cogerlos, según el periodista estadounidense Max Blumenthal, residente en Beirut. Estaban muertos y el Shin Bet, los servicios secretos israelíes, lo sabría. Encontraron los cuerpos tres semanas después enterrados a poca profundidad y muy cerca de donde habían desaparecido.

En estas tres semanas el ejército registró más de 2.000 casas en Cisjordania, detuvo a medio millar de palestinos, muchos de ellos presos liberados en el intercambio con el soldado Gilad, y causó 10 muertos. El gobierno de Israel acusó a Hamas del asesinato sin aportar ninguna prueba. Estos lo negaron reiteradamente.


A continuación empiezan las amenazas. Netanyahu, el primer ministro israelí, y Simon Peres, presidente de Israel y Nobel de la Paz, afirman que la respuesta militar será abrumadora. Todos los ministros piden venganza.

Las verdaderas causas del ataque a la Franja de Gaza se remontan al pasado 23 de abril, cuando las facciones palestinas, la oficialista Al Fatah y la islamista Hamas, después de siete años de enfrentamiento, deciden dejar atrás sus diferencias y crear un gobierno de concentración nacional en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. Un gobierno de unidad al que el presidente de EEUU, Barack Obama, humillado por Israel en sus intentos de relanzar el proceso de paz, ve con buenos ojos. La estrategia del gobierno israelí, tan antigua como el militarismo -divide y vencerás-, salta por los aires. El peor escenario para Israel, la unidad política de los palestinos, en los territorios ocupados y también dentro de Israel, es una realidad. Hay que hacer algo para romperla, para reconducir la situación y forzar de nuevo la desunión y el enfrentamiento de las facciones palestinas.

Pocos días después empiezan los terribles bombardeos contra la población civil de la Franja de Gaza, bloqueada y atacada por tierra, mar y aire, y que ya han causado 180 muertos, más de 1.200 heridos, 540 casas destruidas y más de 13.000 maltrechas por las bombas israelíes, bajo el pretexto de atacar a Hamas.

Para los habitantes de Gaza no hay escapatoria. Encerrados en el campo de concentración a cielo abierto más grande del mundo, no hay donde huir. La frontera de Egipto, que en otros ataques servía, como mínimo, para sacar a los heridos graves, está cerrada a cal y canto desde el golpe de estado del general Al-Sisi contra el único presidente elegido democráticamente de la historia de Egipto, el encarcelado Mohamed Mursi. Atrapados bajo el fuego israelí, sin refugios antiaéreos, amenazados de muerte, buscan refugio en las escuelas y edificios de las Naciones Unidas; unos refugios, sin embargo, que ya fueron bombardeados a principios de 2009.

Los medios de comunicación de todo el mundo hablan de guerra, de escalada bélica, de enfrentamientos entre ambos bandos, poniendo en plano de igualdad a la onceava potencia militar del mundo, Israel, con las mal armadas milicias de la resistencia palestina. Desde la ética periodística no se pueden equiparar los rudimentarios cohetes que se disparan desde la franja y que a día de hoy no han provocado ninguna muerte en Israel, con el despliegue de aviones F16, helicópteros Apache, barcos de guerra y drones que, día tras día , lanzan su mortífera carga sobre la indefensa población de este territorio sitiado.

Desde Jakarta hasta Montreal, desde Islamabad hasta Barcelona, millones de personas hacen lo que debería hacer la comunidad mundial, exigir que cese el castigo colectivo contra la población palestina. Un crimen contra la humanidad que en un futuro próximo deberá ser juzgado por el Tribunal de Justicia Internacional, única salida para poner fin a la impunidad de que desde hace demasiado tiempo goza el estado de Israel.