miércoles, 28 de diciembre de 2011

Belén en Navidad, 2011

“Si María y José tuvieran que hacer el camino a Belén hoy, la historia de Navidad sería un poquito diferente. Habrían tenido que luchar para entrar en la ciudad, y más aún para encontrar un lugar donde dormir. Si Jesús viniera ahora, encontraría a Belén cerrada. Tendría que nacer en un checkpoint, o frente al Muro de separación. María y José necesitarían un permiso israelí, o tendrían que entrar como turistas”. Ibrahim Shomali, párroco palestino de Beit Jala (contigua a Belén).

Seguramente la expresión “Navidad en Belén” despierta muchas asociaciones distintas en cada lector/a, según las imágenes, la historia, la información que cada quien maneja. Asumiendo que puede haber algunas confusiones, quiero compartirles algunos datos básicos.

Belén es una ciudad árabe palestina, tradicionalmente cristiana. En otras palabras, Belén es parte de lo que la ONU definió como Territorios Palestinos Ocupados, ya que está al este de la llamada “Línea Verde” o frontera que debería separar a ambos países (pero que Israel desconoce). Los Evangelios dicen que aquí nació Jesús, y a nadie se le ocurre discutir la veracidad histórica del dato. Aquí está la iglesia de la Natividad (con el punto exacto donde supuestamente se produjo el nacimiento) y el “campo de los pastores” (llamado Beit Sahour, otro pueblito que hoy es más bien un suburbio de Belén).

Hoy la mayoría de la población de Belén es musulmana, como en toda Palestina. No obstante, el carácter cristiano de la ciudad se mantiene muy fuerte en la cultura, en la fisonomía, y hasta en su estatuto legal: es una de las ciudades que -por ley de la Autoridad Palestina- tiene que tener autoridades cristianas (en un país donde la filiación religiosa se anota en el documento de identidad). Eso sin embargo no genera conflictos, porque se asume que es parte de la tradición de Belén, y porque la convivencia entre musulmanes y cristianxs es admirable, como en toda Palestina.

“La ocupación nos ha unido más”, me decía un amigo cristiano. Y es verdad: tanto musulmanes como cristianxs, por ser árabes y palestinxs, sufren las mismas penurias bajo la ocupación israelí, que no hace distinciones entre unxs y otrxs. “Somos una minoría religiosa, pero no somos una minoría étnica (me dijo un cura que vivió 30 años en Gaza): somos parte del pueblo árabe de Palestina”. La diversidad religiosa se manifiesta también en el paisaje urbano, donde coexisten los minaretes de las mezquitas con las cruces y cúpulas de las iglesias. Las evocaciones de los cruzados peleando contra “los moros” quedaron muy atrás en la historia, y son reflejo de una disputa más territorial y política que religiosa.

Las celebraciones del 24 duran todo el día en la plaza central, frente a la iglesia de la Natividad. En Palestina las fiestas religiosas son un verdadero acontecimiento social, cultural y hasta político. Participan autoridades locales y religiosas, organizaciones de la sociedad civil, desfilan las bandas de todos los colegios y liceos, y los grupos scouts. Para un pueblo cuya misma existencia es negada por Israel (y recientemente por uno de los inefables candidatos republicanos de EEUU, que dijo: “el palestino es un pueblo inventado”), estas expresiones religiosas y culturales son sobre todo una afirmación de la identidad nacional.

Quizás por eso las familias musulmanas participan de las festividades con el mismo entusiasmo. Las jóvenes con velo retratándose junto al enorme árbol de Navidad, o lxs niñxs de parejas musulmanas paseando con gorrito de papá Noel, o lxs estudiantes desfilando con la banda de su colegio, son una muestra de esa integración social y cultural, y de la tolerancia religiosa que impera en este país. No olvidemos que Jesús para el Islam es el más importante de los profetas, y María su madre es la figura femenina más reverenciada en el Corán. Otro ejemplo: casi la mitad de lxs estudiantes de los colegios cristianos son musulmanes, y en todas las instituciones educativas palestinas -por ley- se dan clases de ambas religiones.

La población de Belén es de 29.000 habitantes, pero sumando las localidades contiguas de Beit Sahour y Beit Jala y los tres campos de refugiadxs (expulsadxs de su tierra en 1948 cuando se creó el Estado de Israel), que hoy son barrios pobres al estilo de las favelas o villas miseria, es de 76.000 habitantes; y 180.000 considerando todo el distrito (o provincia, o departamento).

Belén hoy es una ciudad encerrada y aislada por el Muro de separación que Israel empezó a construir en 2002 (de 8 metros de alto); cuando esté completo, va a haber robado 64 km2 de la tierra palestina más fértil, dejando a 22.000 de sus residentes del otro lado del Muro (sólo podrán acceder a su ciudad, Belén, a través de túneles debajo de la carretera 60). El Muro además redujo el espacio urbano a sólo 4 km2, impidiendo el crecimiento natural de la ciudad.

Considerando la alta tasa de natalidad palestina, no exageran quienes afirman que pronto la ciudad será llamada “el ghetto de Belén”. Por eso algunos artesanos locales, expertos en el tallado de madera de olivo, hace años empezaron a agregar a las tradicionales figuras del pesebre un componente más: el Muro.

Además Belén quedó estrangulada por el anillo de colonias/asentamientos israelíes (ilegales según el IV Convenio de Ginebra), construidos también en tierra palestina robada y estratégicamente ubicados sobre los recursos de agua. Casi 90.000 israelíes viven hoy en esas colonias, y como consecuencia de ese despojo, a la población de Belén sólo le quedó un 13% de su tierra.

El Muro serpentea y fragmenta arbitrariamente la geografía de Belén (Foto: Uriel Sinai/Getty Images)
El Muro, las colonias, los checkpoints y los sistemas de permisos bloquean el desarrollo urbano y rural. En efecto, la población de Belén tiene prohibido construir en 66% de su territorio, lo que lleva a la gente a construir “ilegalmente” (según Israel) en su propia tierra, y arriesgan que sus casas sean demolidas por el ejército de ocupación, como de hecho ocurre permanentemente. Simultáneamente, el gobierno israelí continúa construyendo nuevas viviendas en las colonias ilegales (ante la condena de la comunidad internacional), y ya anunció la construcción de más de 2000 nuevas unidades en tierras de Belén. La intención es rodear a la ciudad y terminar de desconectarla de Jerusalén, para hacer cada vez más inviable un futuro Estado palestino con Jerusalén Este como capital.

Belén históricamente estuvo unida a Jerusalén por lazos económicos, sociales, culturales y espirituales. Ambas son parte de los Lugares Santos para las tres religiones monoteístas de raíz abrahámica. Por eso en el plan de la ONU de 1947 (anterior a la creación del Estado de Israel, y de su posterior ocupación de Palestina) debían estar bajo un estatuto internacional especial. Sin embargo, la ocupación israelí ha separado a ambas ciudades a través de distintos mecanimos. Aunque está sólo a 10 km, la población de Belén ya no puede ir a Jerusalén sin un permiso especial (muy difícil o imposible de conseguir). Eso significó un perjuicio inmenso para las familias repartidas entre ambas ciudades (ahora separadas por distintos documentos de identidad y “permisos”), para quienes trabajaban o estudiaban en Jerusalén, y sobre todo para la actividad turística, que era y aun es uno de sus principales ingresos.

Hoy la industria turística está casi monopolizada por operadores israelíes que traen grupos de “peregrinos” de todo el mundo y les presentan su versión de Belén, los llevan a determinados lugares (ocultándoles la realidad del Muro, los checkpoints y las colonias israelíes en tierra robada) y jamás los ponen en contacto con la población palestina. Cristianxs de todo el mundo visitan Belén (igual que Jerusalén) en buses israelíes, con guías y mapas israelíes, creyendo incluso que están en Israel (!), y se van ignorando absolutamente todo sobre el pasado y el presente de la ciudad, y sin haber conocido siquiera la existencia de la comunidad cristiana palestina, que se reivindica como la más antigua de la historia, y la heredera directa de los discípulos de Jesús de Nazaret.
Har Homa, la enorme colonia israelí ilegal (casi 7000 habitantes), construida sobre una colina que era el 'pulmón' fértil de Belén, domina el paisaje de la ciudad y de su vecina Beit Sahour
Es por eso que en los últimos años han surgido varias iniciativas locales para promover un turismo consciente y responsable en la Tierra Santa. Operadores turísticos junto con ONGs y sectores cristianos están trabajando para atraer cada vez más visitantes, con un programa que combina una visita informada y respetuosa a los tradicionales lugares de peregrinación, con encuentros con la población palestina -incluidas las iglesias cristianas locales, a menudo ignoradas por sus pares de Occidente- para conocer de primera mano la realidad que se vive bajo la ocupación israelí.

Los programas suelen incluir visitas a organizaciones locales, a un campo de refugiados, o actividades de apoyo que van desde plantar olivos en una comunidad rural hasta ayudar en tareas recreativas o de infraestructura en escuelas, clínicas, etc. Entre los grupos que están desarrollando iniciativas en esa línea están el Grupo de Turismo Alternativo, el Centro Siraj para estudios de Tierra Santa (ambos en Beit Sahour), y la campaña “Mantener Viva la Esperanza” (Keep Hope Alive) de la Asociación Cristiana de Jóvenes, todos nucleados en la Iniciativa Palestina para un turismo responsable, que ha elaborado un código de conducta para operadores turísticos y visitantes.

Con el mismo objetivo, la comunidad cristiana palestina elaboró un documento específico titulado: “Come and See: Guidelines for Christians Contemplating a Pigrimage to the Holy Land” (Vengan y vean: Lineamientos para lxs cristianxs que planean una peregrinación a Tierra Santa).

Además de todo eso, la población y el gobierno de Belén hacen lo posible para recibir de la mejor manera, aun bajo circunstancias adversas, a las decenas de miles de turistas y peregrinxs que llegan de todo el mundo en estas fechas. Hay guirnaldas de luces navideñas en las principales avenidas, en las cúpulas de las iglesias y alrededor de la plaza central, donde reina un gran árbol de Navidad.

Y es que para lxs palestinxs de Belén -cristianxs y musulmanes- celebrar la Navidad recibiendo a visitantes de todo el mundo es algo más que una apuesta de sobrevivencia económica: es también una expresión de la asombrosa hospitalidad palestina; y sobre todo, es una forma más de resistencia por parte de un pueblo al que los poderes coloniales de ayer y de hoy están tratando de borrar de la faz de esta tierra desde hace casi un siglo, y que sin embargo conserva su dignidad, su fe y su capacidad de esperanza.

Manifestación para denunciar la ocupación en la plaza principal de Belén el 24 de diciembre
Para más información sobre la posición de lxs cristianxs palestinxs, ver el documento “Kairós Palestina” lanzado en diciembre de 2009, y el reciente “Bethlehem Call” aprobado en el encuentro internacional Kairos for Global Justice, del movimiento Kairós Palestina (diciembre 2011).

Enlace: http://mariaenpalestina.wordpress.com/2011/12/26/belen-en-navidad-2011/